En estos días se
habla mucho de la reducción del salario de los funcionarios del estado español
y a mí no me hace ninguna gracia que les reduzcan el sueldo por cosas de
las que ellos no tienen ninguna culpa, pero como no entiendo nada de economía
ni de política, prefiero no meterme en ese jardín.
Hoy a lo que yo
venía es hablar de la función de los funcionarios; de su funcionamiento y de
cómo funcionan cada cual dentro de su función.
Estoy descangallado
con nuestros funcionarios. Yo soy uno de los administrados que espera mucho más
de los funcionarios de lo que los funcionarios nos dan. Y que conste que cuando
hablo de los funcionarios no hago un rasero ni una generalización; es una forma
de hablar. Estoy convencido de que en todos los colectivos humanos, el 17% de
ellos con su tinte determinado, impregnan más o menos de su color a todo
el colectivo correspondiente.
Están esos
funcionarios que a media mañana se salen del edificio estatal en donde
desempeñan sus funciones y procuran irse al bar más lejano para tomarse el
bocadillo de media mañana. ¡¡Madre mía!! ¿Qué es esto? En la empresa privada no
se puede hacer eso. ¡Claro! En la empresa privada se va a rendir en el trabajo
y el tomar el bocadillo de media mañana, aunque no entre en los acuerdos sindicales
pactados con el empleador, es tolerado de manera tácita por razones
humanitarias, pues aunque el empresario no consiente que el trabajador abandone
el trabajo para comer, tampoco se le prohíbe tajantemente que engañe un poquito
al estómago. Pero eso se hace sobre la marcha, en el puesto de trabajo; no se
suspende el trabajo para comer el bocadillo y muchísimo menos..., vamos que...,
impensable de todo punto, que nadie se salga de la oficina o del taller para
irse a uno de los bares del barrio a tomarse el bocadillo tranquilamente por
espacio de 15 minutos (o de media hora).
Más de una vez,
como ciudadano que acude a la administración del estado a que los
funcionarios me hicieran algunas de las funciones que requiere un ciudadano, me
he visto afectado por esa puta costumbre que tienen los funcionarios, de
irse a media mañana a la calle a tomar un tentempié, ¡o a hacer la compra
diaria por las tiendas del barrio! Y ahí te quedas tú, con un
semblante entre alelado e incrédulo. Yo creo que eso se debe erradicar
tajantemente.
Recuerdo aquella
vez que estaba formando parte de una larga cola, en la espera de que me tocara
el turno para imprimir la huella del dedo índice, en una de las oficinas
policiales para la renovación del carné de identidad. La cola se movía
lentamente y cada varios minutos me iba acercando un poquito a la ventanilla en
donde una funcionaria tenía la función de cogernos el dedito, impregnarlo de
tinta morada de un tampón, y estamparlo en el recuadrito del futuro carné de
identidad renovado. De pronto, observé que mi cola no se movía (entiéndaseme
bien y descártense los dobles o pícaros sentidos); "esto no avanza"
—me dije para mis adentros—; la cola seguía sin avanzar, todo estaba parado y
ya hacía muchos minutos que nadie pringaba su dedito en el tampón.
En estos casos el
tiempo se hace eterno y es difícil calcular con precisión. Para no recargar las
tintas, digamos que la cola, así parada, sin que nadie atendiera a nadie en lo
de la renovación del carné, estuvo media hora. Al cabo de ella, veo entrar de
la calle a la funcionaria que imprimía las huellitas del dedito, cargada con
dos buenas bolsas de plástico en donde en una de ellas asomaban una barra de
pan y una lechuga. Se metió para el interior de su oficina y al poco
tiempo reanudó la tarea de tomar las huellas a los ciudadanos de la larga,
humillada y resignada cola.
Anécdotas de estas
yo ya acumulo varias y me pregunto a quién no le han ocurrido cositas así con
los funcionarios de este estado. Cuando llegan las 10½ o las 11 de la mañana,
procura no ir a las oficinas del estado porque lo más probable es que
—delante de tus narices— los funcionarios se salgan del recinto a tomar el
bocadillo en un bar más o menos cercano de los alrededores.
El funcionario del
estado español, tiene que hacer un buen reciclaje para funcionar en los
términos que una sociedad moderna, democrática y eficaz necesita. En la
hipotética escuela de todo funcionario, debiera figurar en su pared
principal, con letras muy grandes, el siguiente letrero:
«El ciudadano es nuestro empleador y
estamos a su servicio»
Sin servilismos
pero sin mirar por encima del hombro al ciudadano. Que es muy corriente
encontrarse con funcionarios que no funcionan bien; que no te ayudan; que
no te atienden bien y te contestan de mala gana; que no te facilitan las
cosas para hacer gestiones necesarias ante la administración del estado; que te
dificultan, que a veces te ponen zancadillas "legales" y te mandan de
una a otra ventanilla. Que están excesivamente burocratizados. Que siempre nos
falta algún papel al ciudadano. Que en España, lamentablemente, todavía resuena
en algunos rincones de la administración, aquella frase del escritor Mariano
José de Larra: «Vuelva usted mañana».
Y de los
funcionarios con fusiles, portaviones, carros de combate y bombarderos, no
hablemos. Esos suponen el peligro mayor para los ciudadanos de todo país que no
se llame Estados Unidos. Siempre estarán en un cierto peligro los mismos que
les compran las armas y les pagan el sueldo a fin de mes. Sí, ya; ya sé que
ahora en España no es lo mismo que con el ejército franquista. Pero....,
¿tanto se han modernizado, tanto ha cambiado el ejército español? Yo necesito
más pruebas de que en la actualidad, se les ha ido totalmente la manía de
salvar a la patria a base de masacrar a muchos compatriotas.
Yo, cuando me pongo
a buscar ejemplos de funcionarios que funcionan bien, que no zanguanguean en
sus trabajos y no los abandonan a media mañana para irse al bar más lejano a
comerse un bocadillo, enseguida me acuerdo de esos funcionarios que su
funcionamiento consiste en repartir palos; palos que ellos administran en las
espaldas del administrado. Esos no dejan de pegar palos porque les llegue la
hora del bocadillo. No, esos no, no. ¡Qué amor al trabajo! ¡Qué ejemplo para
otros muchos que también cobran del mismísimo estado. Para más detalle sobre
las funciones que realizan estos funcionarios, id a ver mi articulo titulado «Funcionarios modelo».
De los funcionarios
de la toga, ¿para qué hablar? Esos, muchos de ellos, lo único que han aprendido
de la democracia es a acogerse al sacrosanto derecho de huelga que se ganaros
los currelantes con sangre, sudor y lágrimas a lo largo de muchos y negros
años.
Es injusto echar
raseros y meter en el pésimo talego a todos los funcionarios de un estado tan
grande como éste. ¡Eso es una injusticia! Es más, en el fondo, no tienen ellos
casi nada de culpa. La tienen sus mandos, los políticos. Si los políticos
imprimieran en el total de los funcionarios del estado, la misma filosofía que
imprimen a los "funcionarios modelo"
el
rendimiento eficaz de la función pública crecería un mil por cien. Se hace
necesario abordar modelos y tácticas de la empresa privada. Hay que aplicar
criterios para que el que más rinde, más cobre de sueldo. Hay que implantar la
buena costumbre de la puntualidad en los horarios de trabajo. Es muy
descorazonador acudir a una dependencia del estado cinco minutos después de la
hora de apertura, y encontrársela cerrada. No es muy eficaz, para el conjunto
del estado, que los señores funcionarios, una vez obtenida su plaza por medio
de las tediosas oposiciones, tengan garantizada de por vida su plaza, hagan lo
que hagan. Hay que implantar mecanismos correctores y de castigo a quienes lo
hagan mal, hasta llegar, si es necesario, a la expulsión del puesto de trabajo.
En fin, es
necesario hacer muchas reformas entre los trabajadores de la función pública
para que su trabajo tenga la eficacia que el ciudadano de hoy necesita. Es muy
triste en estos días oír decir a algunos: "Les engañarán en el sueldo y se
lo rebajarán el 5%, pero en donde no les engañan es en el trabajo".
Adonde más
pequeñito me hacen sentirme, donde más ninguneado me siento como ciudadano, es
cuando acudo a cualquiera de las oficinas del estado a hacer alguna gestión.
3 comentarios :
No hay nada como tener en el aula treinta alumnos para estar ocupado toda la mañana y no tener tiempo, en ocasiones, ni de tomarse el bocadillo.
Pues te juro Nicolás... (no, te juro, no: te prometo) que algún funcionario me ha tocado de esos que a cierta hora se van a la calle a tomar algo o a hacer la compra, y yo me he quedado con tres cuartas de narices.
También he visto cómo otros funcionarios pegaban a unos ciudadanos y no se iban a tomar el bocadillo ni a nada.
Nada, nada, que está visto que pegar al prójimo es más placentero que atenderle en sus necesidades.
Funcionarios los hay de todo pelaje y condición y, como bien sabes Jesús, toda generalización es injusta.
Hace unos días pasé por quirófano y puedo dar testimonio de la enorme profesionalidad del personal sanitario sin distinguir entre médicos, personal de enfermeŕia o personal de administración y servicios, Igual soy un tipo con suerte pero cuantas veces acudo a la administración prública me topé personal correcto y eficiente.
En todo caso quiero aprovechar la ocasión para reconocer la labor de tanto funcionario ahora que se avecinan tiempos muchos más duros para la sanidad o la educación pública por ejemplo.
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