Pero siempre fue mía y de nadie más. Cuando tenía veintipocos años conocí a mi primera novia. (Bueno, ejem, ejem, la primera y la única).
Conocí a la que hoy es mi esposa y se la presenté como dios manda. Desde entonces se hicieron muy amigas..., eso —al menos— es lo que siempre he creído yo.
Y ya no volvió a conocer a ninguna otra mujer. Por las señales que me da el calendario de mi ordenador, yo me imagino que nunca conocerá a otra mujer. Ni ella lo anhela ni yo lo espero. ¡¡Quita, quita!! Así está bien.
Siempre la tuve muy protegida; muy oculta a las miradas de la gente. Siempre en casita, guardada de las tentaciones, guardada de las perversiones, guardada de las malas (y buenas) compañías, de tal forma que se crió muy pegadita a mí; muy cortita, muy tímida, muy recatada y vergonzosa.
Poco o nada mundana.
Muy casera, hogareña, nunca aficionada a asomarse a la ventana, nada acostumbrada al contacto con la gente. Ni con mujeres ni con hombres ni con nada.
Ella siempre fue pequeñita. No sabré nunca si era pequeñita por modesta o era modesta por lo pequeñita que era. ¡Las cosas del misterio!
¡Qué mal rato pasó en la mili! Muy mal rato, sí, por su vergüenza y por su desmedido pudor. Era en el primer día del campamento de reclutas y nos obligaron a meternos a las duchas colectivas totalmente desnudos.
♣ Chiquitita ♣ canta el grupo ABBA en español
Siempre la he querido mucho y la veneraba mucho también por lo modosita, por lo pudorosa y por lo virginal. Aquel día de las duchas de la mili se debió quedar más chiquitita que de costumbre. Es de comprender. Fue la primera vez que era presentada en sociedad. Antes de entonces no la había visto nadie, nadie. Bueno, nadie no; a decir verdad, sólo la había visto mi madre, ¡lógico! Y alguna vez me insinuó que deseaba conocer a otra mujer que no fuera mi madre, pero fuera por mi poquedad o por su poca seguridad en sí misma, el caso es que solamente llegó a conocer con el tiempo a mi novia. Pero eso sucedió un año después de aquello de las duchas de la mili. Fueron pasando los años y ella parece ser que fue feliz por su modestia y por su cortedad. Bueno, por su cortedad no, porque eso siempre la tuvo muy traumatizada. Pero también aprendió a resignarse. ¡Qué remedio! Yo siempre pensé que no conocería nunca a otra mujer distinta de mi esposa. Lo contrario me desasosegaba por una cosa, por la otra o por la de más allá. Siempre creí que lo mejor sería así. Y así pasaron los años. Muchos años. Así estábamos, ella y yo tan tranquilitos, tan acostumbrados y tan convencidos cuando un día —hace ahora un año justamente—, un par de enfermeras muy jovencitas, me hicieron que me quedara en pelotas y me rasuraron el pubis para prepararme para la intervención de próstata, que esa sí que la tenía bien grande, ¡grandísima!, ¡enorme! Acto seguido me metieron en el quirófano, me inyectaron en la vena de una mano un líquido que..., buuuhhHHaaAA..., me quedé dormido y cuando al cabo de dos horas me desperté supe que a través de ella, de la más bella, de la del cuello de botella..., en fin..., tú ya me entiendes, ... A través de su conducto, un equipo de urólogos me introdujo las herramientas precisas por las que me extirparon un trozo de próstata que me obstruía el conducto urinario y me obligaba a mear muy a menudo y muy poquita cantidad cada vez. (Los cursis, los chuminosos y los pijos lo llaman "hacer pis"). Después de aquello la sigo queriendo. Sí, eso sí. La sigo queriendo como el primer día. Pero ya no la venero. Es natural, ¿nooo? Ya no es virgen, ¿por qué la voy a venerar? Eso sería demasiado. Además de mi esposa la han visto no sé cuántas enfermeras y no sé cuántos urólogos. Y no sólo la han visto, sino que además me la han tocado, ¡ay! ¡Qué cosas, ¿nooo? ¡Y que pare ahí la cosa!
1 comentario :
Todo se puede afrontar desde el lado jocoso, humorístico y positivo.
No creas que tengo mucho valor. Cualquiera que se lo proponga puede sacar el lado menos dramático de su misma mismidad.
Saludos,
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