domingo, 23 de mayo de 2010

Pudiera ser que fueran gigantes

Cuando don Alonso Quijano "El Bueno" salió de su blasonada casa de Argamasilla acompañado de su criado Sancho Panza, para emprender su segunda aventura, allá por los últimos años del siglo XVI, los cielos de La Mancha barruntaban una tormenta de verano mientras el garrulo de Sancho zanguangueaba a su amo de esta manera:
«Tiene razón vuesa merced, que no parece sino que el mago Merlín, que todo lo trastoca, hubiera convertido en gigantes aquellos molinos que se divisan en lo alto del cerro Calderico, en las inmedaciones de Consábura».

Tal vez se tratara de unos molinos de viento que hay en la loma de Mota del Cuervo. O quizá, más bien, de los molinos de Campo de Criptana. ¿Quién lo sabe?
Pero el zamuzo de Sancho azuzaba a su macho burreño para no perder detalle de la singular y desigual batalla que se avecinaba.

No bien hubo Sancho terminado su frase, cuando soltó un sonoro regüeldo que trocó en rubios todos los trigales que estaban cerniendo.
En esto que don Alonso, con mucha ciribicundia le espetó al criado:
«Sancho amigo, come poco y cena más poco, porque la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago».

Sancho se quedó abotardado, por no saber colegir la máxima de su amo.

El noble hidalgo de Argamasilla espoleó a su potranco y enjaretó la carrera a jarapo sacado, y cuanto más se acercaba al cerro de los molinos, más escondían la cabeza aquellos gigantes.
Sancho también azuzó a su jumento, y éste, sofocado por la carrera, iba soltando sonoros recuescos.
Cuando más ardiloso era el galope de las dos caballerías, un guijarro del suelo hizo una jerigonza y el noble cincuentón se dio una costalada contra el suelo.
He hablado del asunto con muchas de las gentes de aquellos lugares y ninguno me ha sabido decir, a ciencia cierta, si se trataba de molinos de viento o de gigantes malignos.
Los más politizados me dijeron que parece ser que se trató más bien, de unos ensalmos de brujería endilgados por los moriscos y judíos que hicieron todo lo indecible para no salir expulsados de su querida España. Y sus conjuros iban dedicados a los hijosdalgo como personas influyentes de la España cristiana.

Después yo, en mi modestia, sólo tuve energías para hilvanar estos versos:
POESÍA ESCRITA POR MÍ


LOS GIGANTES DE LA MANCHA

Molinos de mi tierra de cierto parecido
con míticos gigantes, según un tal Quijano;
vigías del otero, guardianes del secano,
por vuestra historia quedan recuerdos de un olvido

de las manchegas bregas, que el tiempo no ha podido
borrar viejos ingenios donde moler su grano;
amigos entrañables del cierzo y del solano,
rivales por la fuerza de un soñador vencido.

Cuando pasáis deprisa por el pasar moderno
de mi visión, comprendo que vais en mi memoria,
pues sois la fiel estampa de lo manchego eterno

que llevo aquí muy dentro. De lo que ya es historia
contada por abuelos en las noches de invierno.
De lo que interpretamos nuestra pequeña gloria.




Eólicos atlantes del Cerro Calderico,
de Mota, de Criptana, … héroes de mil hazañas
en los llanos más llanos de todas las Españas.
¿Molinos o gigantes … ? Yo no os desmitifico.

Cuatro brazos abiertos en forma de abanico
que a un soñador le inspiran las formas más extrañas
cual fornidos guerreros de mágicas campañas,
lo que fuisteis y aún sois difícil me lo explico.

Ni los siglos os vencen, ni os rinde el aguacero,
ni os asfixian los soles que imperan en La Mancha,
ni os hirió con su lanza hidalgo caballero

que al sentirse ofendido se tomó la revancha
desoyendo consejos de su fiel escudero.
Cuando os miro triunfantes, el alma se me ensancha.




Molinos de leyenda, herencias del pasado,
famosos por ser cómplices de la mejor novela
de cuya fina crítica aun refulge la estela
del genio de Cervantes, escritor y soldado.

Del genio de Cervantes la musa se ha quedado
enganchada en el aspa, colgada en una vela
de un molino manchego como fiel centinela.
¿Nada fue lo vivido? ¿Todo fue imaginado?

Ahora que todos buscan emblemas y banderas
para diferenciarse de otra autonomía
en Castilla-La Mancha la efigie más certera,

la que mejor que nada yo siempre escogería
para llevar muy dentro, detrás de la cartera,
¡un molino de viento de esta gran tierra mía!


El despiece del molino de viento manchego lo he tomado prestado de la página de Madridejos

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