Cuando yo era un niño, recuerdo que mis padres siempre me educaron en eso de no interrumpir a la persona que está hablando. Una falta de educación se ha dicho siempre que es lo de no dejar hablar al interlocutor, interrumpiéndole continuamente.
Pues bien, lo que siempre aprendimos que era una falta de educación de esa urbanidad que todos hemos de practicar para que marche bien una sociedad, resulta que hoy día se la pasan por el arco del triunfo los componentes de las tertulias que nos muestran en radio y televisión.
Es una moda —quizá—, pero a mí nadie me va a convencer de que es edificante ese espectáculo lamentable en tertulias en donde hablan cinco a la vez y a gritos.
Si es una moda esa falta de respeto y de urbanidad, no es una moda muy reciente. Ya en tiempos de La Clave, ese programa de televisión española (1976-1985), su moderador, José Luis Balbín, acuñó la frase "interrúmpanse entre ustedes, no esperen a que yo les dé la palabra" para evitar el trabajo de hacer de correcto moderador.
Y así va la cosa, cada vez peor; cada vez haciendo crecientes alardes de maleducados.
Los poderosos medios de comunicación de masas, no debieran emplearse para maleducar a la gente. Pero los utilizan para eso. Cada vez más.
Los tertulianos se interrumpen entre ellos con total falta de educación y cuando alguna vez, el interrumpido solicita la mediación del chico de los recados, éste mira para otro lado como si no fuera con él la cosa.
Cuánto me gustaría que alguna persona sensata de las que acuden a las tertulias le preguntara al moderador: "¿Y tú, para qué estás aquí?".
Y un día, un tertuliano de los que sistemáticamente es interrumpido en el uso de su palabra, me hará feliz cuando —agotadas todas las posibilidades—, se levante y se vaya de la tertulia. Eso espero.
Pero sé que no caerá esa breva.
Pues bien, lo que siempre aprendimos que era una falta de educación de esa urbanidad que todos hemos de practicar para que marche bien una sociedad, resulta que hoy día se la pasan por el arco del triunfo los componentes de las tertulias que nos muestran en radio y televisión.
Es una moda —quizá—, pero a mí nadie me va a convencer de que es edificante ese espectáculo lamentable en tertulias en donde hablan cinco a la vez y a gritos.
Si es una moda esa falta de respeto y de urbanidad, no es una moda muy reciente. Ya en tiempos de La Clave, ese programa de televisión española (1976-1985), su moderador, José Luis Balbín, acuñó la frase "interrúmpanse entre ustedes, no esperen a que yo les dé la palabra" para evitar el trabajo de hacer de correcto moderador.
Y así va la cosa, cada vez peor; cada vez haciendo crecientes alardes de maleducados.
Los poderosos medios de comunicación de masas, no debieran emplearse para maleducar a la gente. Pero los utilizan para eso. Cada vez más.
—¿Y el papel de los moderadores?Eso hoy día ya no existe. Ya no son moderadores; ahora son chicos de los recados que están ahí para mandar callar a los tertulianos cuando llega el instante sacrosanto de dar paso a la publicidad.
—¡Mande...! ¿Eso qué es lo que es?
—Antiguamente eran unas personas encargadas del buen orden de una tertulia, para garantizar los turnos de palabra de unos y otros. Eran como el árbitro del fútbol.
Los tertulianos se interrumpen entre ellos con total falta de educación y cuando alguna vez, el interrumpido solicita la mediación del chico de los recados, éste mira para otro lado como si no fuera con él la cosa.
Cuánto me gustaría que alguna persona sensata de las que acuden a las tertulias le preguntara al moderador: "¿Y tú, para qué estás aquí?".
Y un día, un tertuliano de los que sistemáticamente es interrumpido en el uso de su palabra, me hará feliz cuando —agotadas todas las posibilidades—, se levante y se vaya de la tertulia. Eso espero.
Pero sé que no caerá esa breva.
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