domingo, 10 de abril de 2011

una primavera en Madrid

Hoy me viene un recuerdo muy entrañable, pues se trata de una parejita de jóvenes adolescentes, allá por la primavera del año 1968. Por aquel año fue en el que España ganaba el Festival de la Canción de Eurovisión con el    "La, la, la" defendido por Massiel   

y en Francia los jóvenes estudiantes hacían por aquella primavera un ensayo general para la utopía que dio en llamarse "El mayo francés", que fue algo así como el mayo que ponen en mayo los quintos de mi pueblo, pero sin chopo y sin quintos.
Él (llamémosle Jose), empezó a salir con Maribel; dos chavalillos que por aquellos días estrenaban su primer noviazgo, ese que dura poquísimo y se recuerda toda la vida.

Por aquellos días, cuando la primavera madrileña vestía de pájaros y hojas nuevas los plátanos del Paseo de las Delicias, Maribel y Jose se disponían a entrar en el cine Candilejas a ver la película "Al este del edén" que protagonizaba un chico muy rebelde con un nombre muy raro.
Era el cine de la plaza Luca de Tena. A la puerta un visible cartel advertía NO APTA PARA MENORES.
Jose, con más miedo que vergüenza, hizo un supremo esfuerzo por aparentar más edad ante la taquillera y con voz decidida le pidió dos entradas.

Entraron por fin, a ver la película (que ahora llaman flim) y en el momento en que más oscuridad tenía la sala de cine, cuando todos parecían estar más fijos a la pantalla, Jose, en un instante de suprema valentía que llevaba planeando medio siglo, acertó con los labios de Maribel en un beso tan fugaz como furtivo. Eso a Maribel debió gustarle mucho pero lo disimuló tanto, que hasta que empezó a sonar esa musiquilla inconfundible (que es cuando todos se levantan, se ponen los abrigos y no te dejan ver los títulos de crédito) fue cuando Maribel le devolvió a Jose un nervioso beso en la mejilla.

Terminó la película, se encendieron las luces de la sala, y se vio que Maribel y Jose ya llevaban encendidas las mejillas. Al salir de la sala había unos policías vestidos de gris marengo, pidiendo el carné a todo aquel que parecía ser menor de edad. Toda aquella peripecia vivida en el cine era el anuncio de un amor que duraría...   «Toda una vida» canta Antonio Machín  

¡Qué bello todo, verdad?, pero el caso es que la parejita, por causa de un pueril "quítame allá esas pajas", sufrió una gran crisis. Empezó con la tardanza de Maribel un día en el que estaban citados en un bar del paseo de las Delicias, para ir al cine. Maribel se presentó a la cita con hora y media de retraso. Luego no faltó alguien que le dijera a Jose que la habían visto por el Paseo del Prado de la mano de otro chico. La desconfianza, los celos y hasta los malos modales, se instalaron entre Jose y Maribel. Se dijeron cosas muy difíciles de borrar y todo aquello desembocó en la ruptura del noviazgo.

El tiempo pasaba y la parejita no se recomponía. Se veían, sí, pero se rehuían. Un día se cruzaron por Atocha y miraron para otro lado. Otro día se apeaban del metro en la estación de Palos de Moguer y no se dijeron nada.
Así iban pasando los meses y la lumbre cada vez más apagada. Hasta que un negro día, Jose supo que Maribel se casaba con aquel chico tan mayor con el que estaba saliendo desde meses atrás. La noticia en sí, con ser muy dura, le dolió muchísimo más por el rumor que corría por el barrio de que Maribel se casaba deprisa y corriendo por estar embarazada.
   «Ya sé que tienes novio» canta Antonio Machín
El tiempo iba pasando y Maribel,con su marido y sus dos hijos, atravesaba por los preliminares de un inminente divorcio.

Pero la suerte o el destino quiso que un día se encontraran Jose y Maribel en la Estación Sur de Autobuses de Palos de Moguer.
Sin meditarlo, como autómatas, se estrecharon en un cálido abrazo y una milésima de segundo se separaban como si advirtieran que aquel saludo no era lo correcto. Se contaron lo importante de sus vidas y hablando, hablando, hablando... casi sin darse cuenta, acabaron sentados en la mesa de un bar en donde evocaron recuerdos juveniles.

Al menos a mí hay una tierna canción que me recuerda mucho la peripecia de aquella parejita.
  LAS CUATRO Y DIEZ de Luis Eduardo Aute  


2 comentarios :

Jesús Herrera Peña dijo...

Pues sí, María.
Gracias por llegar, leer y comentar.

Ana dijo...

una canción para cada momento de la vida, me has hecho recordar la mía y también mi propia historia de desamor, "todo pasa y todo queda", pero lo nuestro es pasar, mucho mejor con música.

besitos

Publicar un comentario

Sólo admito comentarios escritos en cualquiera de los 4 idiomas del Estado Español; en español preferentemente.