«¿Y éste, a cuántos ciudadanos habrá pegado, maltratado y humillado injustamente?»
Sí, porque mi ética (que quizá no la suscriba nadie más) es la de que a un ciudadano, pacífico, desarmado y en posesión de todos sus derechos ciudadanos y democráticos, con su derecho de protesta y manifestación pacífica, no le puede dar de ostias, patadas y palos, otro ciudadano que viste de uniforme policial y lleva porra y pistola legal colgada al cinto.
Sí, sí; porque mi ética (que quizá no la suscriba casi nadie) es la de que si no se pega de palos, patadas y ostias a un ciudadano que acaban de detener porque ha matado a su esposa; a un grupo de terroristas que acaban de poner un explosivo; a un ciudadano que acaban de detener por robar o atracar un banco o a un individuo, ¿por qué dar ese maltrato execrable y desproporcionado a un ciudadano que está protestando por cosas que entran dentro de sus derechos ciudadanos?
—"Es que los azuzan, los mandan y obligan sus jefes políticos y policiales".
Pues por mucho que los manden sus jefes a hacer actitudes infrahumanas, una sociedad moderna y democrática debe tener mecanismos para evitar esas asquerosas prácticas. Para erradicarlas de las actuaciones policiales. Para castigar duramente a todo agente que ofenda, humille o maltrate a un ciudadano en posesión de todos sus derechos.
Aquí quiero ver a los sindicatos policiales luchar contra eso de "la obediencia debida". ¡Abominable!
No vale todo. No tiene que valer todo en un agente policial que debe estar —sobre todo— para proteger al ciudadano en general, y garantizar el libre ejercicio de sus derechos.
—¿Y esos policías que protegen más a los esquiroles que a los trabajadores huelguistas?
—¡Calla, calla. No me toques ese tema que me enciendo y exploto.
—"A los sindicatos policiales no les puedes exigir que se dediquen a eso".
Bueno; vale. Pero a alguien tendré que invocar para que se acabe con esas acciones tan execrables.
Yo sé que aunque un fortísimo chorro de agua lanzado desde un vehículo policial, pueda hacer muchísimo más daño físico a los ciudadanos que no quieren dejar la via expedita, en realidad hace muchísimo más daño moral una patada, una ostia o un palo venido de un funcionario con uniforme. Eso deja profundas cicatrices en el alma.
Yo sé que aunque una enorme nube de humo aturdidor lanzado contra el grupo de protestones, pueda hacer muchísimo más daño físico a los ciudadanos que no quieren dejar de pisar el césped, en realidad hace muchísimo más daño moral una patada, una ostia o un palo venido de un funcionario con uniforme. Eso deja heridas para siempre, a los que reciben esos tratos y a los que lo observamos en los vídeos periodísticos.
Siempre pasa igual... Sé que cuando pasen cierto número de años —quizá de siglos— se analizarán en tiempo pasado estos actos que denuncio como de impropios de una ciudadanía siglo XXI. Se analizarán y se meterán en el mismo saco que están metidas ya las torturas en los calabozos policiales y los malos tratos en comisarías y en cárceles. En el mismo saco en donde ya se metieron hace tiempo las palizas de padres a niños. Siempre pasa igual...
No debiéramos ver como natural, como legal, como aceptable, esas prácticas policiales que se cometen contra los derechos democráticos de los ciudadanos en estos tiempos.
Desde luego, legítimos no son esos métodos, aunque muchos me digan que son legales.
Igual que veríamos fatal el que los sacerdotes den ostias a sus feligreses; igual que veríamos muy grave que un cuidador maltrate a los ancianos que cuida en el asilo; igual que vemos muy perseguible el que una niñera dé palizas a los niños que cuida (incluso hoy día se persigue a los propios padres que pegan a sus hijos); igual, igual, IGUAL tendríamos que considerar criticable y erradicable eso que tanto se practica en estos tiempos entre policías españoles y el resto de ciudadanos.
—Pues anda, vete a ver lo que hacen en otros países de parecido nivel al de España.
—Eso no me vale. "Mal de muchos nunca debiera ser el consuelo de los resignados ni de los tontos".

Cuando veo a un policía español, —lo siento, no lo puedo evitar— en el fondo de mi alma se produce un recelo, un desprecio preventivo, por si acaso es uno de esos muchos uniformados que dan un trato inhumano, desproporcionado, perseguible y despreciable a muchos, muchísimos, demasiados ciudadanos españoles. En las calles y en "sus" comisarías.
Lo siento; Lo lamento. Lo confieso.
No todos son iguales, claro está.
Es que hay policías que las cloacas del Estado los 'buscan', los entrenan, los requieren y los azuzan, precisamente, para realizar esos "trabajillos" tan execrables; tan infrahumanos; tan despreciables...¿Habrá que entender que son los verdugos del siglo veintiuno? (¡?!)
Y luego están esos gobiernos tan majos que después de que la justicia condene —¡por fin!— a unos sicarios, provocadores y pendencieros vestidos de uniforme policial, pistola al cinto, ..., van y los indultan y los libran de la cárcel y de pagar de alguna manera sus tropelías y "proezas". ¡¡Con dos cojones!!
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(*) ERE=Expediente de Regulación de Empleo=echar a la puta calle a un trabajador y quitarle su puesto de trabajo.