miércoles, 26 de marzo de 2014

la violencia

La violencia que hemos visto en la noche del sábado del 22-M en el Paseo de Recoletos de Madrid, es algo criticable, muy criticable.
Repudiable.
¿Quién puede estar a favor de esa violencia?
Los violentos. Pero, ¿quiénes son los violentos? ¿Ehh? Ahí está el quid de la cuestión.

En estos días he oído de todo. Hay quien asegura que la violencia la inicia un especie de pseudoviolentos. Sí; de la estirpe de esos de: «¡que soy compañero, coño!». Creo que hay pruebas de ello.
Otros, aseguran que los violentos son extremistas de derechas. Y los hay también que tienen claro que esa violencia la fomenta la extrema de izquierda.
¡Vamos!, que todas las manifestaciones que convoca la progresía o la izquierda o la ciudadanía jodida y cabreada, llevan unos infiltrados bien organizados, unos violentos expertos en guerrilla urbana para atacar a la policía y destrozar el mobiliario urbano.

La violencia no es aceptable ni tampoco aplaudible. Pero la violencia puede llegar a ser legítima cuando se hace en legítima defensa.
Los hay que dicen —en estos últimos días— que la violencia está cambiando de bando. Que hasta ahora, la ejercían los policías con excesivas y desproporcionadas maneras, y ahora son ellos los que están bebiendo de la misma medicina que han sembrado por calles y comisarías de policía.

No sé... No sé.

Yo era uno de esos ciudadanos que sufría mucho viendo la ultra-violenta, sádica, placentera y cruel manera que tenían los antidisturbios para desalojar a los concentrados en una plaza pública. O algo más duro, más inhumano, aún: cómo tratan al ciudadano que hace resistencia pacífica para que a un paisano no le saquen de su legítima vivienda y le arrojen a la puta calle.
De cómo tratan al ciudadano pacífico y desarmado que se manifiesta por las calles. La policía nunca debiera actuar así en una democracia —en donde la haya—.
Y lo he criticado mucho aquí, aquí y aquí.
Por eso, estoy muy legitimado para criticar y dolerme de esas escenas del sábado pasado, en donde un grupo de jóvenes encapuchados y con la cara tapada, atacaron con desatada violencia a los policías uniformados y con un número raro e ilegible a la espalda.

¿Qué está pasando? ¿Qué nos está pasando a unos y a otros?
Hay algo que no me cuadra; que me tiene mosqueado; perplejo. (???)
¿Por qué los violentos encapuchados sólo operan en las manifestaciones progres o izquierdosas?
¿Por qué no se lían a quemar contenedores, romper marquesinas de autobuses, cajeros automáticos, fachadas de bancos, ..., en la concentración de la misa pro-católica de la Plaza de Colón —precisamente ahí— de fin de año?
¿Por qué no hacen vandalismo cuando las manifestaciones callejeras de la juventud católica mundial? ¿O de los pro-vida? ¿O de los antiabortistas?
¿Por qué no despliegan la misma violencia cuando viene el Jefe de Estado del Vaticano?
¿Por qué no hacen ese mismo o parecido vandalismo en las concentraciones callejeras de la semana santa?

Tengo muchísimos más porqués pero esto se haría tedioso por interminable. Hay que acabar.

Hay que acabar con tanta violencia que vemos, fotografiamos y filmamos por las calles. Venga de donde venga. Los del monopolio de la violencia también se tienen que moderar un poquito. Una sociedad moderna y democrática, tiene la imperiosa necesidad de rebajar los índices de violencia hasta unos mínimos imprescindibles y aceptables.
También con la violencia que se propina en las comisarías de policía. En eso, la policía autonómica catalana es campeona cum laude.

Y para no contribuir a eclipsar la admirable manifestación cívica del sábado 22 de marzo, yo tengo la necesidad de exclamar:
¡Vivan las marchas por la Dignidad del 22M!
¡Viva el ejemplo de dignidad de muchísimos españoles!
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7 comentarios :

Anónimo dijo...

Además de todos los “porqués” que enumeras hay otro que a mí también me deja perplejo:
¿Por qué los jóvenes (¿infiltrados?) y encapuchados que organizan y comienzan la “fiesta” desaparecen curiosamente cuando la tangana está en plena efervescencia, sin dejar rastro y sin que la policía sea capaz de detener a ninguno de ellos? ¿No será que ellos mismos les facilitan el mutis por el foro, una vez que han cumplido con su trabajo? Lo cierto es que, tal como se suelen suceder siempre los acontecimientos, la situación da para pensar cualquier cosa…
Saludos.
Miguel

Jesús Herrera Peña dijo...

De total acuerdo contigo, Miguel.

"La prueba del 9" o "la prueba del algodón" de eso que dices es la evidencia que tenemos —una al menos, pero definitoria— de aquello de "¡que soy compañero, coño!".
En algunos casos, cuando la ciudadanía descubre sus maniobras tramposas, anti-ciudadanas y anti-demócratas, los uniformados forman un batallón protector a los de paisano descubiertos, para protegerlos de las iras legítimas de la ciudadanía jodida y apaleada bajo ese discutible y ¿legítimo? monopolio de la violencia.

Desde luego que hay mucho que hablar sobre el asunto. Pero antes de nada, tenemos que condenar esas violencias vengan de donde vengan, ¿no te parece?

Saludos,

Paco Arenas dijo...

Por supuesto que una vez más estoy de acuerdo contigo, faltaba más, sobre todo en que hay muchas dudas y también certezas: Cada vez hay más pruebas, sobre quien provocó los disturbios y el motivo. Solo es necesario pensar un poco, Algunos pruebas (fotografías y vídeos):
Violentos con pistolas de policía al cinto y capucha rompiendo escaparates, violentos esposando a un detenido con ayuda de antidisturbios, violentos de ¿extrema izquierda? con pulseras rojigualdas. Extraña descoordinación entre los antidistubios, como si se buscase la muerte de algunos de ellos, pruebas falsas que se presentan como verdaderas, muletas con puñales y rodamientos...
¿Quien hay tras todo esto? ¿A quien benefician esas actuaciones violentas?
Pensar que es gratis.

Jesús Herrera Peña dijo...

Pues sí, Paco, compruebo que ni tú ni yo andamos descaminados analizando el fenómeno.
A esa tarea de desenmascarar lo que sucede realmente en las manifestaciones callejeras de gente de izquierdas, es a lo que nos tenemos que dedicar los que deseamos una España con democracia verdadera y sin las cabronadas que nos hace la violencia extremista.

Si la policía no está para eso, ¿para qué queremos esta policía, la inmensa mayoría de españoles?
Necesitamos que los policías sean menos crueles con los ciudadanos pacíficos y desarmados, y más contundentes contra los violentos y contra las bandas organizadas de la delincuencia y de terrorismo.
Que la ETA se va a morir en la camita (como el dictador) y eso le da muy pocos puntos a los muchos cuerpos policiales que tenemos en España.

¡¡Menos violencia y más justicia!!

Antonio Rodriguez dijo...

El objetivo era desviar el foco de la atención hacia la violencia que ellos promueven para no hablar de los causas que motivan las Marchas de la Dignidad.

Miguel dijo...

De eso se trata, Antonio. Ni más, ni menos.
Los que hemos vivido una parte importante del franquismo recordamos cómo se hacía entonces, ante días significativos como el 1º de Mayo: demostraciones sindicales en el Benabéu, corrida de toros, generalmente con El Cordobés, espectáculo musical con Lola Flores, Manolo Escobar o Rapfael, combate de boxeo con Urtain, etc.
Lo que hacen los franquistas actuales es bastante peor, a pesar de que las cosas, teóricamente, han cambiado algo. No sólo desvían el foco de atención sino que, de rebote, aprovechan la coyuntura para llevarse por delante a todo el que pueden y, al mismo tiempo, salpicar de mierda a la "competencia" con insinuaciones o acusaciones claras sin ningún fundamento.

Jesús Herrera Peña dijo...

También sintonizo con la opinión de Antonio y de Miguel.
Qué bonito sería y qué clarificador, que en una de esas manifestaciones tan pacíficas, tan cívicas y tan multitudinarias, un grupito de jóvenes forzudos y atléticos, con musculación de gimnasio similar a los mocitos de uniforme azul-oscuro-casi-negro, tuvieran el arrojo de trincar y detener a uno de esos encapuchados alborotadores y caleborrokos para destaparle la cara, para hurgarle en los bolsillos a ver si lleva un carnet, o una placa de policía o un pinganillo en la oreja.
Con la ventaja que tenemos de tanta abundancia de cámaras fotográficas, fotografiar su cara al descubierto, fotografiar su pinganillo de la oreja, su placa o su carné y divulgarlo por las redes sociales. A lo mejor, en su barrio sí que le conocen.

La policía en España no es verdad que esté al servicio del ciudadano. Si alguno se metió a ese trabajo con filantrópicas intenciones, habrá comprobado que es muy distinta la realidad. Pertenecen a un ejército mercenario al servicio de quien les manda y ordena; de quien les paga el sueldo y les retira alguna paga de vez en cuando.
Si el que les paga y manda, les ordena que paren a los autocares de los manifestantes y les mareen la perdiz para tenerles retenidos varias horas y que no acudan a la manifestación, lo obedecen y lo cumplen a rajatabla.
Si el que les paga y manda les ordena que denuncien a un cupo de ciudadanos aunque no hagan delito alguno, allí que tienes al ejército cumplidor y disciplinado, sin importarles estar violando los derechos ciudadanos de una democracia.

Está por ver qué comportamiento tendrán esos dóciles soldados de obediencia ciega, el día que les ordenen dar de hostias a sus padres, hermanos y familiares más allegados. (¿O ya ha ocurrido ese caso?).
¡¡Que oficio más repugnante, coño!!
Qué falta hace llegar a las instituciones con políticos honestos, para hacer una limpieza en profundidad en esos cuerpos muy tiznados de fascismo. Fascistas tienen que ser esos policías que dan una soberana paliza y vejan y maltratan a los ciudadanos indefensos y pacíficos, y abusan de su autoridad en calles y en comisarías hasta convertir su conducta en algo parecido al terrorismo de Estado.
Con esas "joyas", ¿quién puede asegurar que vivimos en un país democrático?

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