—Hijos de fruta, ¿por qué?
—Pues sí, muy fácil, verás. Hijos de fruta prohibida o podrida. Prohibida porque es la fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal..., y tal y tal..., ya sabes..., el paraíso perdido o los que se perdieron
por el paraíso.
—¡Joder, Jesús! Si te admiro es por lo bien que te explicas.
—¿Está claro, nooooo?
—Sí, sí; como el agua del río.
—Yo llamo hijosdefruta a todos esos nenes que fueron concebidos por culpa de que su mamá mordió una manzana prohibida, podrida o quizá envenenada y se la dio a probar a uno que pasaba por allí y que luego le hicieron creer que era su papá.
—¡Venga hombre! ¡¡A otro perro con ese hueso!! Tú lo que me quieres contar es la biblia en verso, "el cuento de los cuentos".
—No, no; yo te quiero hablar, sencilla y llanamente de los hijosdefruta que hay por ahí, ¡ay!
—¿Cómo; como lo que dijo la presidente de la comunidad de Madrid cuando la pillaron los alcachoferos con el carrito de los helaos?
—Festivamente; de esos tipos de hijosdefruta es de los que quiero yo hablar hoy.
Mira, hoy he mirado a la televisión y, ¿a quién dirás que he visto? Al mismísimo Luis del Olmo.
—¡¡Bahhhh, vaya una cosa!! ¿Y qué...?
—Sí, sí, lo que tú quieras, pero a ese, cada vez que sale en la tele (sus
programas de radio yo no los oigo) se me viene a la mente la expresión: ¡¡¡Pero qué hijodefruta!!! La cosa viene de atrás. De muy atrás. Quizás venga de 20 años, o más...Verás, verás...
Resulta que gobernaban los del PSOE con Felipe González a la cabeza. Y a todo esto era Alfonso Guerra el vicepresidente de aquel gobierno felipista.
Bueno pues —al parecer— era el compañero Arfonzo el responsable de asignar desde el gobierno, un puñado de licencias de frecuencias de nuevas emisoras de radio comerciales. (Los ingleses las llaman broadcasting). Bueno, pues vale. Pues resulta que del reparto aquel de licencias, a Luis del Olmo, que ya apuntaba maneras, no le tocó ninguna de ellas, vaya usté a saber por qué.
El caso es que desde ese mismo instante, el locutor-empresario de emisoras de broadcasting montó en cólera y desencadenó su infernal maquinaria de guerra contra Guerra. (El señor Guerra, vamos, para que se me entienda).
¿Y en qué consistió esa guerra contra Guerra? Te preguntarás, noooo. Pues muy fácil y muy cabroncestista todo. Cada mañana, sistemáticamente, en el programa de broadcasting que tenía Luis del Olmo en las mañanas de su radio, para vengarse del vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra, se despachaba con alguna lindeza en la que le aludía directamente al co-responsable del gobierno. Lindezas en donde vertía unas gotitas de su malísimo veneno en forma de vejaciones, mofas, insultos, calumnias, chirigotas ridiculizantes, falsos testimonios y cabronadas de parecido tono o jaez.
Y, ¡claro!, como resulta que él siempre tenía la alcachofa por el mango, pues decía lo que quería del vicepresidente del gobierno sin que el vicepresidente del gobierno tuviera posibilidad de defenderse. Defenderse se habría podido defender el compañero Arfonzo de las cabronadas matinales que le dedicaba el hijodefruta de Luis del Olmo, si le hubiera denunciado ante los tribunales de justicia.
¡¡De justicia!! Já y já. ¿No habría sido peor el remedio que la enfermedad? Pues, ¡buena está la justicia en España!
Habría salido el juicio a los 4 años y medio y mientras tanto, el hijodefruta de la alcachofa, ¡dale que te dale!, a su alcachofita mañana tras mañanita.
Yo le oía todas las mañanas (así soy yo de masoquista) y todas las mañanas, sin faltar ninguna, no dejaba de soltar el veneno de su rencor hacia el compañero Arfonzo, por un tiempo que, por lo menos duró un año entero.
Un año entero, mañana tras mañana, insulto tras insulto, vejación tras vejación al vicepresidente del gobierno de la nación, que a mí me hacía exclamar, delante del receptor de radio: "¡Pero, ¿es que no hay manera alguna de taparle la boquita a este hijodefruta?!".
Pues parece que no; que no hubo manera. El hijofruta de la alcachofa, después de un año o algo más, se calló pero nunca se cayó con todo el equipo, como habría sido de justicia.
Y entonces fue cuando me di cuenta de la poca fuerza que tiene un gobierno con democracia a la española (noséquécracia) y la mucha fuerza que tienen los de la pluma, los de la alcachofa y los de la cámara. (Fuerza o ¿impunidad?, simplemente).
Estas cabronadas de abuso de poder descarado por parte de la prensa, no les habría valido de nada con el régimen anterior; por mucho menos pusieron unos cartuchos de dinamita a la sede del diario Madrid.
Esas son otras historias dignas de superar.
Un gobierno democrático para evitar que le muerdan los lobos de los lobbys, de vez en cuando, debe enseñar los colmillos cuando esos lobos le ladran.
¿Cómo se quedó Alfonso Guerra después del veneno esparcido a las ondas por ese hijodefruta? No lo sé. Yo nunca he tenido el gusto de hablar con él y si yo hubiera sido él, quizá también me habría callado para no darle más gustito al bocazas faltón de la alcachofa.
Pero ahora, de repente, yo terminaría mi artículo con un fandango del cantaor José Domínguez Muñoz "El Cabrero":
Bueno pues —al parecer— era el compañero Arfonzo el responsable de asignar desde el gobierno, un puñado de licencias de frecuencias de nuevas emisoras de radio comerciales. (Los ingleses las llaman broadcasting). Bueno, pues vale. Pues resulta que del reparto aquel de licencias, a Luis del Olmo, que ya apuntaba maneras, no le tocó ninguna de ellas, vaya usté a saber por qué.
El caso es que desde ese mismo instante, el locutor-empresario de emisoras de broadcasting montó en cólera y desencadenó su infernal maquinaria de guerra contra Guerra. (El señor Guerra, vamos, para que se me entienda).
¿Y en qué consistió esa guerra contra Guerra? Te preguntarás, noooo. Pues muy fácil y muy cabroncestista todo. Cada mañana, sistemáticamente, en el programa de broadcasting que tenía Luis del Olmo en las mañanas de su radio, para vengarse del vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra, se despachaba con alguna lindeza en la que le aludía directamente al co-responsable del gobierno. Lindezas en donde vertía unas gotitas de su malísimo veneno en forma de vejaciones, mofas, insultos, calumnias, chirigotas ridiculizantes, falsos testimonios y cabronadas de parecido tono o jaez.
Y, ¡claro!, como resulta que él siempre tenía la alcachofa por el mango, pues decía lo que quería del vicepresidente del gobierno sin que el vicepresidente del gobierno tuviera posibilidad de defenderse. Defenderse se habría podido defender el compañero Arfonzo de las cabronadas matinales que le dedicaba el hijodefruta de Luis del Olmo, si le hubiera denunciado ante los tribunales de justicia.
¡¡De justicia!! Já y já. ¿No habría sido peor el remedio que la enfermedad? Pues, ¡buena está la justicia en España!
Habría salido el juicio a los 4 años y medio y mientras tanto, el hijodefruta de la alcachofa, ¡dale que te dale!, a su alcachofita mañana tras mañanita.
Yo le oía todas las mañanas (así soy yo de masoquista) y todas las mañanas, sin faltar ninguna, no dejaba de soltar el veneno de su rencor hacia el compañero Arfonzo, por un tiempo que, por lo menos duró un año entero.
Un año entero, mañana tras mañana, insulto tras insulto, vejación tras vejación al vicepresidente del gobierno de la nación, que a mí me hacía exclamar, delante del receptor de radio: "¡Pero, ¿es que no hay manera alguna de taparle la boquita a este hijodefruta?!".
Pues parece que no; que no hubo manera. El hijofruta de la alcachofa, después de un año o algo más, se calló pero nunca se cayó con todo el equipo, como habría sido de justicia.
Y entonces fue cuando me di cuenta de la poca fuerza que tiene un gobierno con democracia a la española (noséquécracia) y la mucha fuerza que tienen los de la pluma, los de la alcachofa y los de la cámara. (Fuerza o ¿impunidad?, simplemente).
Estas cabronadas de abuso de poder descarado por parte de la prensa, no les habría valido de nada con el régimen anterior; por mucho menos pusieron unos cartuchos de dinamita a la sede del diario Madrid.
Esas son otras historias dignas de superar.
Un gobierno democrático para evitar que le muerdan los lobos de los lobbys, de vez en cuando, debe enseñar los colmillos cuando esos lobos le ladran.
¿Cómo se quedó Alfonso Guerra después del veneno esparcido a las ondas por ese hijodefruta? No lo sé. Yo nunca he tenido el gusto de hablar con él y si yo hubiera sido él, quizá también me habría callado para no darle más gustito al bocazas faltón de la alcachofa.
Pero ahora, de repente, yo terminaría mi artículo con un fandango del cantaor José Domínguez Muñoz "El Cabrero":
Y una pistola te mata
una pluma te sentencia
y una pistola te mata.
Yo de letras no sé nada
pero hay hombres bajo tierra
por una pluma y un arma.
2 comentarios :
Amigo Jesús, el poder que tiene una alcachofa, pero más si sale a través de la caja tonta, y si te lo dan horneado al gusto y mascado, no te puedes imaginar...O sí.
Saludos republicanos y socialistas.
Muchas gracias, Paco y María por venir y comentar.
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