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Damasquinado


EL ARTE DEL DAMASQUINADO

El damasquinado es un arte muy antiguo que consiste en la realización de figuras y dibujos mediante la introducción, ataujía o embutido, de finos hilos de oro y plata en una placa de acero o hierro, normalmente, pavonado. El nombre viene desde la ciudad de Damasco (Siria), que fue muy afamada por la proliferación de este arte.

Se trata de un arte muy antiguo originario de la zona islámica de Asia y en España tuvo un importante desarrollo desde la presencia musulmana. Esta orfebrería aplicable a toda clase de objetos artísticos, se practicó desde muy antiguo entre los egipcios, los griegos y los romanos, siendo también muy notables y de gran antigüedad los ejecutados en Japón y en China; estos, al menos desde 1.500 años a J.C. En diversos museos de Europa se guardan curiosísimos ejemplares debidos a los egipcios.

El damasquino llega a Toledo con la invasión árabe de nuestra ciudad en el siglo VII y aquí se ha desarrollado como una importante artesanía. Esta artesanía se viene realizando desde épocas muy antiguas y en muy diversas partes del mundo. hay constancia de que se realizó en el Antiguo Egipto en Grecia y en Roma así como en China y Japón. Se conocen piezas con más de 1.500 años de antigüedad. En la península Ibérica fue introducido por los árabes.

Del siglo XV y XVII proceden algunos objetos damasquinados, como es una espada bellamente adornada del siglo XVII, firmada por un artesano de la época (Domingo Sánchez) y otras espadas de similares características se conservan en el Museo del Ejercito. Durante el Renacimiento y el Barroco el damasquinado evolucionó como un accesorio de joyería y orfebrería, realizándose en este periodo gran número de arcones, cofrecillos, cajas y joyeros. El damasquino en Toledo resurge con fuerza durante el siglo XIX al abrigo de la fábrica de armas "Santa Bárbara" fundada por el Rey Carlos III.

Toledo es en la actualidad el mayor centro de producción de damasquinado de mundo y donde mayor variedad de este producto se puede encontrar y sirve como seña identificativa de la ciudad. La producción ha dejado de ser artesanal para pasar a industrializarse dado el nivel de producción que se realiza y se comercializa. La industria del damasquinado toledano suministra este arte a todas las tiendas de España en donde se vende artesanía toledana como souvenir. Todavía en nuestra provincia se mantienen talleres artesanos que realizan piezas de gran calidad.

PROCESO DEL DAMASQUINADO

El damasquinado es una compleja técnica decorativa que consiste en el embellecimiento de objetos de hierro mediante la aplicación de hilos de oro y plata, gracias a distintos procedimientos como la presión el martilleado y el bruñido. En una placa de hierro se hacen unos surcos perpendiculares u oblicuos con herramienta punzante o con una afilada cuchilla, de lo que resulta un fino picado romboidal; se hace el dibujo a grabar y después se introduce el hilo mediante un punzón de base plana que se golpea con un pequeño martillo ligero y de boca ancha. La pieza a damasquinar se pega a un taco de madera y este taco de agarra a un tornillo de bola que descansa en un triángulo de madera pudiendo, de esta forma, ponerse en cualquier posición que se precise.

La bola es de hierro colado que pesa unos 13 ó 15 Kg. en donde se ha realizado una hendidura en forma de canal y en uno de sus lados se le ha roscado un tornillo que sujeta contra la otra pared del canal, el taco de madera con la pieza a grabar. La bola esta apoyada en un triangulo de madera.

Los damasquinados artesanales alcanzan precios elevados y por esta razón hay varios modos de imitarlos, de una manera más económica. Uno de ellos es por electrolisis; para ello se cubre una placa de cobre con una capa aislante de poco espesor --como cera-- y en ésta se graba el dibujo con algún objeto puntiagudo; se suspende la placa en un baño de sulfato de cobre conectada. Con el polo positivo de una batería y con el negativo se une otra placa también de cobre. Cuando la corriente ha hecho suficiente corrosión en las partes descubiertas, se saca la placa primera del baño se limpia con un poco de ácido clorhídrico para quitar toda traza de óxido de cobre, se lava después con mucho agua y se pone en un baño de plata o níquel conectada con el polo negativo. Estando constituido el positivo por una hoja de platino. Al cabo de cierto tiempo, quedan los surcos llenos de plata o níquel y después de bruñir la placa, queda como si el damasquinado se hubiera hecho a mano.

Otro modo de imitar el damasquinado es por estampación con un punzón de acero que tiene en relieve el dibujo que se quiere hacer sobre el hierro. Por la cara que ha de damasquinarse la placa de hierro, se cubre con pan de oro o plata, que al recibir el martillazo o compresión, queda incrustada en el metal, quitando después el resto de la capa metálica, aparece como si fuera damasquinado a mano.

EL DAMASQUINADO EN TOLEDO

Pasear por la calle de Santo Tomé, por las callejuelas de la judería toledana o por buena parte del trazado laberíntico de Toledo permite observar una de las más tradicionales y típicas artesanías que se conservan en la ciudad: el damasquino, que junto a las espadas, es el elemento más característico de la artesanía toledana.

Los investigadores centran las primeras piezas damasquinadas en China y Egipto hacia el año 1.500 antes de Jesucristo, se conoce incluso la presencia de algún elemento damasquinado hallado en las tumbas de los faraones. Su llegada a Toledo se produce desde Damasco, de donde toma el nombre. De aquel noble arte proveniente de la vieja Bizancio se desarrolla con el paso de los siglos una técnica, que con profundas variaciones, se sigue desarrollando hoy en talleres toledanos. En ellos, y en muchas ocasiones cara al público, trabaja el maestro artesano.

Hoy las calles de Toledo siguen albergando esos talleres de los que salen auténticas joyas. Broches, pulseras, ceniceros, cortapapeles, gemelos, pastilleros, dedales, platos, puñales, escenas del Quijote, del Entierro del Conde de Orgaz, rincones de las plazas y calles de Toledo, o de las portadas de sus iglesias, palacios y conventos, están presentes en la producción de los damasquinadores de hoy, piezas de uso y adorno de un arte único.