La huelga la
inventó la clase obrera, jodida y oprimida, como un arma de defensa ante los
abusos de poder del empleador.
Aquellos inventores
nunca imaginaron que la huelga no les serviría a ellos para gran cosa; que la
huelga, a los que les haría mucho apaño sería a los sectores más desclasados y
menos oprimidos y explotados de la clase asalariada.
La huelga está
inventada para joder al empleador y ponerle contra las cuerdas para que pase
por el aro. A veces, la patada en el culo que los huelguistas intentan darle a
su empleador, se la dan, más bien, a los culos del ciudadano que no tiene culpa
de nada.
En estos días, de
nuevo, nos encontramos frente a una huelga de controladores aéreos, como hace
poco tiempo nos encontrábamos con una huelga de pilotos de aviones.
¡Esas, esas son las
huelgas eficaces; las que hacen mucho daño y rinden a los empleadores!
¿Cómo? ¿Quééééé?
¿Que lo de ahora de los controladores aéreos no es huelga?
Mira, majete, eso
de darse de baja médica masivamente, es una de las variables de la huelga
moderna. O, ¿qué te crees tú que es una huelga?
Ya te he dicho más
arriba que la huelga es más huelga cuanto más daño le haga al empleador y ya,
de rebote, a la sociedad entera.
¿Que en toda huelga
ha de respetarse eso de los servicios mínimos? ¡Pues claro! ¿Qué te crees tú
que hacen los controladores que no se dan de baja por estrés o depresión? A
esos es a los que en un sorteo secreto entre los huelguistas, es a los que les
ha tocado hacer servicios mínimos y resultaría feo e inmoral que ellos también
se fueran a su médico a pedirle la baja por estrés. Alguien tendrá que quedarse
en la torre de control.
Las tres premisas
principales de toda huelga son:
Premisa 1
La huelga tiene que
joder mucho a muchos (en el mal sentido de la palabra 'mucho'). Cuanto más
daño haga la huelga, más eficaz será.
Premisa 2
La huelga debe de
ser secundada por todo el colectivo de trabajadores agraviados por el
empleador. Cuanto menos esquiroles haya en una huelga, más exitosa será.
Premisa 3
Las huelgas más
eficaces son las que se hacen contra un empleador difuso, impersonal, como por
ejemplo, la administración de un Estado.
El artículo 28.2.
de la Constitución Española dice:
Se reconoce el derecho a la huelga de los
trabajadores para la defensa de sus intereses. La Ley que regule el ejercicio
de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el
mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad.
Pero lo cierto es
que no se ha llevado a cabo su desarrollo mediante ley orgánica (pese a algunos
destacados esfuerzos como el frustrado proyecto legislativo de 1992) y todo lo
legal en esta materia, está avalado por el Real Decreto-ley 17/1977, de 4 de
marzo, sobre Relaciones de Trabajo.
En el capítulo I,
refiriéndose a la huelga dice el mencionado Real Decreto:
Artículo
6. 4.- Se respetará la libertad de trabajo de aquellos trabajadores que no
quisieran sumarse a la huelga.
¡¡Bueno...,
bueno...!! Sobre esto último hay mucha tinta y saliva que gastar, ¿no crees?
Las huelgas
obreras, lo que se entiende por obreras, en general, son de pena; dan
asquito. En principio, a todo trabajador asalariado le presiona muchísimo más
el empleador y las "herramientas" de su entorno que la presión
que puedan ejercer los piquetes informativos/coactivos.
Por lo tanto, en la
práctica, resulta muchísimo mejor "pagado" ser esquirol que
huelguista. ¡Adónde va a parar!
Además de las
presiones, sutilezas y venganzas que el empleador privado puede ejercer (y
ejerce) sobre "sus huelguistas" está la policía y quien los manda y
les dota de una peculiar filosofía. Estos, como todo poder, ejercen una
filosofía inconfundiblemente derechista, y para ellos, merece más
comprensión, más respeto y protección el currante esquirol que el currante
en huelga.
De las huelgas de
pilotos y controladores, ¡¡me da una envidia!! (Lo dejaremos en sana envidia).
Así da gusto hacer
huelgas. Esos señores huelguistas cumplen a la perfección con las 3 premisas
arriba descritas.
¡Como que va a ser
comparable con las huelgas que hacíamos en mi fábrica de tuercas y tornillos
cuando queríamos que nos subieran dos céntimos en el sueldo!
Nos tirábamos días
y días de huelga, luchando contra el creciente número de esquiroles y de
policías, contra el desánimo..., pero nada. ¡Vengan días de huelga, venga a
perder jornales de sueldo!, para luego, si se conseguía el aumento de sueldo de
dos centimitos, nos beneficiábamos todos: huelguistas y esquiroles. ¡Qué asco,
nooo?
¡¡¡Un asquito de huelga!!!
Porque el empleador
estaba tan campante. Diría para sus adentros:
«¡Venga, venga;
huelga, huelga, hale, hale!
Así me evito de
pagar unos cuantos jornales».
Y llegaba el tío y
los pedidos de tuercas y tornillos que tenía pendientes con sus clientes, los
cumplimentaba a base de comprarlos a fábricas de Portugal, Marruecos, Argelia y
Túnez.
¡¡Esas huelgas no sirven para nada!!
Por eso y por mucho
más, les tengo tanta envidia (sana, ehhh) a los pilotos de aviones y a los
controladores de aeropuertos, entre otros colectivos de asalariados de lujo.
Y, ¡qué gracia!, en
las huelgas que hacen los señores asalariados de lujo, ni hay esquiroles contra
los que luchar, ni hay piquetes coactivos, ni hay que defenderse de la política
tan discutible que usa la policía para con las huelgas de los obreros pelaos.
Me parece muy bien
que se respete y se proteja a todo trabajador que no quiere participar en una
huelga. Pero para que ese respeto fuera digno, lógico, justo, comprensible y
defendible, el Real Decreto-ley 17/1977, arriba mencionado, debiera contener el
siguiente añadido. En el capítulo I, artículo 6. 4. debiera decir:
Se respetará la libertad de trabajo de aquellos trabajadores
que no quisieran sumarse a la huelga siempre que de
los beneficios obtenidos por los huelguistas no participen los trabajadores que
no secundaron la huelga.
¡¡¡Ah, sí, entonces SÍ!!! ¡Así cualquiera...!
Entonces sí se
puede ser comprensivo, respetuoso y defensor del esquirolado. (Perdón, perdón;
donde dije "esquirolado" quise decir "los del derecho a
trabajar en día de huelga").
Así yo también me
quitaría la gorra ante los esquiroles y les tendería una alfombra roja entre el
tapón a la entrada de la fábrica y su respetado puesto de trabajo en
ese día de huelga.
Pero ese añadido
que yo hago a ese artículo no colará, ¿verdaaaaad?
El lado de los
huelguistas sólo cuenta con la débil presión que puedan ejercer los piquetes
informativos. Es una presión muy leve en comparación con las presiones que
presionan otros presionadores en sentido contrario.
Los piquetes
informativos informan, pero nada más. Al trabajador esquirol poco le importa lo
que le informen los piquetes informativos; frente a la vergüenza que puedan
pasar al pasar delante del piquete informativo, está la satisfacción que
experimentan al hacerse agradables a los ojos del empleador.
Pero pobre de aquel
piquete informativo que intente ir un poco más lejos de la mera información.
La única violencia
que se les tolera a los piquetes informativos es la violencia verbal. Por
llamar esquirol al esquirol o por mentar a alguno de sus familiares más
queridos, no le suele pasar nada, aunque casi todos lo vemos un poquito feo.
¿Qué hacer, pues, con el esquirol? Más apropiado sería decirlo en plural.
Porque suele ser una plaga que en algunas huelgas, son más cantidad que los
huelguistas y hacen fracasar la huelga.
Cuando en los
tiempos presentes he visto huelgas y protestas de esos cuerpos policiales que
se manifestaban vestidos con sus uniformes, sus tricornios y todos sus avíos,
me hizo una triste gracia. Triste gracia, sí, porque pensaba para mis adentros:
«Ahora tendríamos que hacer con ellos, lo mismo que ellos hacen siempre
con los obreros en huelga». Bueno, nada; eso es una estúpida utopía producto de
una noche de insomnio.
Yo creo que cuando
hay una huelga, sea de obreros, de asalariados de lujo o de
policías/guardiaciviles, nadie debiera estar legitimado para reventar esa
huelga invocando otros derechos que el resto del año sí que debiéramos
tener en cuenta, proteger y defender con ardor.
El derecho de
huelga fue reconocido por primera vez en 1864, en Inglaterra, y constituye en
la actualidad uno de los derechos inalienables del hombre reconocidos por la
ONU y gran número de países.
La primera huelga
de que se tiene noticia es del antiguo Egipto durante el reinado de Ramsés III.
Una de las huelgas que han pasado a la historia es la de 1886 en Chicago, por
la jornada laboral diaria de las 8 horas.
Pero quizás, todas
las huelgas no son tan "sacrosantas" como pudieran parecer en
principio. Están las huelgas de celo y las huelgas encubiertas y disimuladas
con bajas médicas y demás triquiñuelas, que seguramente no ven con buenos ojos
nadie, nada más que ellos: los que las hacen. El resto de la ciudadanía las
sufre porque interpreta que es una gran patada al gobierno en el culo de miles
de ciudadanos.
Luego están las
graciosas «huelgas a la japonesa» que de huelga, propiamente dicha, tienen bien
poco, más bien nada.
Pero recientemente
hemos sido testigos en España de la huelga de hambre que ha mantenido durante
32 días una mujer de El Aiún, ciudad del antiguo Sahara español. Cuando hemos
visto la huelga heroica de esa mujer y los resultados que con ella ha
conseguido, todos aplaudimos su proeza y el pensamiento se nos va al Mahatma
Gandi, que con su huelga de hambre logró la independencia de la India de las
garras del imperio británico.
Aunque eso de
"huelga de hambre" es una frase mal construida. Lo correcto sería
llamarlas "huelgas de comer aunque se pase hambre".
Por lo que puedo
comprobar, la mejor huelga es la que hace uno mismo; la huelga de comer aunque
se pase hambre. En la huelga que cada individuo puede hacer contra su propia
vida o por lo menos, contra su propia salud, no caben los esquiroles ni los
piquetes informativos ni los policías, siempre tan neutrales.
Pero..., ¡ojo!, no
sublimemos demasiado eso de las huelgas de comer aunque se pase hambre de los
individuos. Quizás, de esas posturas tan heroicas, alguien pudiera encontrar un
cierto parentesco con camicaces o con terroristas suicidas que hoy día están
tan de triste actualidad.
Esto de las huelgas
da para echar otro ratito.
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