domingo, 27 de febrero de 2011

bares, que-é lugares...

Ayer estuve en un bar. Mi médico me tenía prohibido entrar en los bares, hasta ahora. Pero ahora, para un asmático como yo, da gusto entrar a los bares. Bueno, (ejem, ejem), no hay qe exagerar, pero se nota una enorme diferencia en cuanto al humo que flotaba en el ambiente y se metía en todos los alveolos de todos los pulmones. En los míos también y me hacía tanto daño que mi médito me regañó muy severamente y me vi obligado a quitar los bares de mis lugares de visita.

Pero los bares españoles son algo muy importante. No me explico por qué se los maltrata promulgando leyes antihumo y otras cosas por el estilo.
Igual que en la naturaleza hay especies en peligro de extinción que es preciso proteger con leyes especialmente protectoras, los bares españoles se merecen una consideración de parecido jaez.

Los bares españoles son sitios de especial protección. Y no porque sean especies en peligro de extinción; no. No corren, de momento, ese peligro.
Pero los bares son unos de los elementos más característicos de lo español. A través de los bares nos vemos patrióticamente unidos todos los españoles sin distinción, sin matices ni puñeterías; lo mismo vascos, que catalanes, que canarios. (Los que cantan vestidos de amarillo, no; los otros).

Ya lo dijo en su día Gabinete Caligari:
Bares, que-é lugares
tan gratos para conversar,
no hay como el calor del amor en un bar.


Al calor del amor en un bar


Amor, la noche ha sido larga y llena de emoción
pero amanece y me apetece estar juntos los dos.

Bares, que-é lugares
tan gratos para conversar,
no hay como el calor del amor en un bar.

Amor, no he sabido encontrar el momento justo
pues con el frío de la noche no estaba a gusto.

Mozo, ponga un trozo
de bayonesa y un café
que a la señorita la invita mesié.

Y dos alondras nos observan sin gran interés
el camarero está leyendo el AS con avidez.

Bares, que-é lugares
tan gratos para conversar,
no hay como el calor del amor en un bar.

Amor, aunque a estas horas ya no estoy muy entero
al fin llegó el momento de decirlo: te quiero.

Pollo, otro bollo
no me tenga que levantar;
no hay como el calor del amor en un bar.

Jefe, no se-e queje
y ponga otra copita más
no hay como el calor del amor en un bar.

El calor del amor en un bar...
El calor del amor en un bar
..............................
Los bares son una cosa muy de la España profunda. Son como la siesta, la paella y el botijo. Los bares hicieron la unidad de las gentes y las tierras de España.

Y a los bares, últimamente no se les hace nada más que agredir, vejar y menospreciar. Se atenta contra la españolidad de los bares. ¡Vamos!, que bien pudiéramos decir que el que no va a los bares —que se me perdone— pero tiene muy poquito de español. Casi nada.
A los bares se les está disparando a su línea de flotación. Primeramente fue con eso de la peatonalización de algunas calles. A una calle peatonal no se puede ir con coche y el coche es el complemento ideal para acudir a los bares.
Luego, la agresión siguió con aquello de la circunvalación de las carreteras que pasaban por el centro de los pueblos. Cuando alguien va en su coche y le entran ganas de beberse una cerveza fresquita, si la carretera pasa alejada del pueblo, hace pereza y no se le ocurre desviarse para entrar a algún bar de ese pueblo.

Y ahora ya, para colmo, lo de la mal-llamada "ley antitabaco" —que yo mismo la habría bautizado, más bien, con la denominación de "ley antihumos"—, que consiste en no consentir que se fume en los bares. ¡Qué atentado! Pero si en los bares se ha fumado toda la vida desde el descubrimiento de América. Pero si un bar sin humo es como un jardín sin flores.
Ya lo dijo el sabio de Sabina en una de sus canciones:"aquí sabemos vivir, [en España] solo en Antón Martín hay más bares que en toda Noruega".
¿Será exagerado? ¿Será verdad? ¿Será solo para que rimen los versos?

No se puede agredir más a los bares. Tenemos que hacer algo. ¡Qué nos importa que en la Europa más civilizada ya no se fume en los bares? España es otra cosa. España es diferente. Quitar los bares con su agradable humito de cigarros, sería como quitar la granada al escudo de España. (O el castillo; o el león; o las cadenas...)

Según dice en su blog  El maldito Rober:

Burgos ciudad bravía,
noventa bares y una sola librería;
Burgos ciudad tan fría,
que el obrero se va a misa
y el cura a la mancebía.

¡Y qué razón tiene el maldito Rober!
Así que..., eso: si tenemos algo de españoles los españoles, luchemos para que no desapearezcan tantos bares patrios como están en peligro de desaparecer.
¡¡Hombre!!

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